Por: Emilio Gutiérrez Yance
En la Estación de Policía de Villanueva, al norte del departamento de Bolívar, se cuece una historia única, tejida con la resiliencia del patrullero Juan Carlos Montalvo Posada, cariñosamente conocido como «El Moli» por sus compañeros.
Su vida es un festín de superación, pasión culinaria y agradecimiento que ha transformado no solo el paladar, sino también la vida de quienes tienen el privilegio de compartir su mesa.
El aroma ancestral de sus raíces indígenas impregna cada rincón de la Estación y hasta las casas vecinas, un tributo a la sazón que Montalvo heredó de los Zenúes y que ha sabido fusionar con maestría en cada creación culinaria.
Desde los humildes fogones de su hogar en San Andrés de Sotavento, Córdoba, hasta la Estación de Policía de Villanueva, su amor por la cocina ha sido el ingrediente secreto que ilumina los días de quienes le rodean.
«El Moli» no solo conquista paladares, sino también corazones. Su dedicación y talento han colmado el vacío gastronómico de sus compañeros, convirtiéndose en el nexo que los une bajo el reconfortante aroma de sus exquisitos platos. Detrás del cocinero se encuentra un patrullero común y corriente, un hombre que experimentó la dualidad de la dureza y la alegría en su infancia dentro de una familia numerosa.
Para sus compañeros, Montalvo es el faro que ilumina sus vidas. Más allá de sus habilidades culinarias, se destaca por infundir orden, respeto, alegría y camaradería en un entorno a menudo impregnado de estrés y presión. Ha logrado fusionar su servicio público con su pasión por la cocina, tejiendo así una historia única en la Estación de Policía de Villanueva.
La sazón indígena, impregnada en cada plato, deja una marca imborrable en el corazón de quienes tienen el privilegio de degustar sus creaciones. Cada bocado despliega la pasión de un hombre común que, a través de su amor por la cocina, se ha convertido en el «chef de la estación».
Montalvo agradece a Dios, a sus padres y a un mentor clave que considera su segundo padre, aquel que lo adoptó y le facilitó el dinero para ingresar a la Institución y cumplir uno de sus sueños. Resalta la influencia de su hermano mayor, quien compartía sus zapatos para que ambos pudieran asistir a la escuela, marcando el inicio de una historia de esfuerzo y apoyo mutuo que lo llevó a superar obstáculos y convertirse en Policía. Sueña con jubilarse, estudiar cocina internacional tener un restaurante.
Su historia se despliega como un tapiz de momentos cruciales, desde la infancia hasta su ingreso como auxiliar en 2006 y su graduación como patrullero en 2008. Montalvo demuestra cómo la pasión y el esfuerzo pueden transformar roles cotidianos en algo extraordinario, dejando una huella de alegría y gratitud en los corazones de sus compañeros y en toda una comunidad que ha sido bendecida por su sazón, ya que en fechas especiales como navidad y año nuevo cocina para los más pobres de ese municipio.